miércoles, 3 de septiembre de 2008

Serenata cursi



Al principio lo percibió como un ruido. Uno más en esta calle que ha perdido el silencio. Nada extraño, algo como música allá abajo. Eso que parece una guitarra. ¿Será que le subo volumen a la tele? Pero. Un momento. Esa voz. La reconoció: la había escuchado más de una vez. Y se ilusionó: era una serenata para ella. A media noche. Y para ella. Como en los tiempos de antes, pensó. Qué romántico.

Decidió hacerle esperar. Peinarse un poco. Cambiarse esa franela horrenda que usa para dormir: estirada, desgastada. Quitarse las medias blancas con rayas azules que aún sobreviven a décadas de lavadora y Ariel.

En el apartamento hubo revuelo. El viejo con cara de no saber qué hacer. La vieja asomada parapetándose detrás de las persianas. La hermanita con expresión incrédula y con ganas de entrar al chat para contar la anacrónica escena. No lo iba a decir así. Ella no conoce la palabra anacrónica. Pero seguro se las arreglaría para transmitir la idea.

Qué loco, se decía, mientras terminaba de alisarse el cabello. Ese loco montado en el capó del Volkswagen. Qué loco.

Y justo cuando se disponía a salir al balcón, los primeros acordes le hicieron retroceder. Eso lo conozco. Hasta la hermanita arrugó la cara. Claro que lo conocía. Hace un año que trabaja en esa tienda del Sambil y se las sabe de memoria. Muy a su pesar. Todo el día, todos los días escuchando canciones de Maná y de Ricardo Arjona.

Una pesadilla. Hasta la más fanática se harta.

Y ese tipo tan cursi cantando una de Maná con dos guitarras y segunda voz. De loco pasó a cursi. En cuestión de segundos.

¿No vas a salir?, le preguntó la vieja.
¿Nos vamos a calar al serenatero toda la madrugada?, quiso saber el viejo.
¿Prefieres que suba y te cante en muelle de San Blas aquí en la sala?, acabó ella con la discusión.

No. No podía corresponderle a alguien capaz de hacer algo así: ¿Maná? ¿Coño, Maná?

Y apenas empezaba. Porque la tercera fue de Arjona. Con la cuarta volvió Maná. Hubo intentos con Luis Miguel. Pero Maná y Arjona siguieron alternándose como AD y COPEI en esos tiempos de antes… cuando las serenatas eran otras.

Montado sobre el capó, con pose de Romeo moderno, el muchacho lo intentó. Descarrilado en sus gustos, no quiso entender al amigo que desde la acera comprendió que era mejor irse antes que terminar en el fondo del barranco eligiendo algo del repertorio de Montaner.

Ella no salió. Se puso su camiseta horrenda otra vez. Le dio volumen a alguna serie tonta del canal Sony y comenzó a limarse las uñas con furia.

De pronto se dio cuenta del silencio.

Alcanzó a ver al par de policías. A los muchachos azorados tratando de hacerse los simpáticos.

Y la hermanita chateaba y montaba las fotos en facebook.

6 comentarios:

Cyn Rodríguez @CynMu dijo...

Coño, sólo se me ocurre una cosa más matapasiones que una serenata de Maná y Arjona: el papel toilet que ponen en los baños de El Nacional...
Me gusta tu diario-blog. Besos

Boleados dijo...

y pa que necesitas algo "apasionado" con el papel toilet del baño de el nacional? gente pa rara la verdad...

Unknown dijo...

El vecindario... Lo que uno ve manito!!!!!
Así que Blog y todo. Pues te leeré. No me queda "de otra", ahora eres mi gran amigo cibernético, del chat y de la lectura. Creo esla primera vez que escribo en un Blog...
Suerte y gaceta hípica!!!

prepressgo dijo...

ahora pregunto? el VW era de ellos o de paso le abollaron el escarabajo a algún afortunado que no escuchó la serenata.

gustavobandres dijo...

jejejejejejejeje hace como 15 años el viejo freddy, el papa de sara, nos saco una escopeta a mi a mis panas por serenateros, jejejejejeje cantamos como media cancion y el victor empezo a gritar cuando vio rolo e cañon saliendo por la ventana jejejejejejeje que carrera mi pana. y sara te quiero y no me importa tu papa, le escribimos manuel y yo en la casa de la esquina, despues, sara y yo nos empatamos jejejejejejeje

oscar medina dijo...

El escarabajo era de ellos. En ese carro se fueron empujados por la policía y el ridículo que hicieron.
Al menos Gustavo tuvo un final feliz, pese a la escopeta. Si estos dos se hubieran montado en un techo ajeno, la historia terminaba en sangre.