jueves, 20 de agosto de 2009

Que viene el coco

Dice así:

"Duérmete niño, duérmete ya / que viene el coco y te comerá"

Bueno, ¿qué clase de canción de cuna es esa? ¿Quién, en su sano juicio, puede dormir con semejante amenaza? ¿O es que el coco es un depredador que se alimenta sólo de presas en estado de alerta? ¿Y cómo no estarlo si te cantan una y otra vez que el coco anda tan cerca que sabrá que no te has dormido?

Las vainas que le echan los padres a uno...

miércoles, 19 de agosto de 2009

Un hombre marcado

Para este señor no había escapatoria: tenía que ir a la facultad de medicina y sacar la cara por la familia. Hay gente que nace marcada, muy marcada...

¿No teme a qué?

Decía así:

"Más potente que una locomotora, más veloz que una bala, no teme a las alturas"

Detengámonos aquí: está muy claro que para la época una locomotora era el colmo de lo potentísimo y la comparación es clara y válida. Sobre la velocidad de un balazo, quizás por entonces la noción de algo más rápido pudo haber sido la luz, pero todos sabemos que Superman nunca fue más rápido que la luz. ¿O sí? De cualquier manera, funciona: el tipo era más veloz que la bala y listo.

El problema radica en el asunto de que no teme a las alturas. ¿No sufrir de vértigo ni padecer acrofobia acaso es lo mismo que volar?

No entiendo la lógica de esta idea elegida en la viejísima serie de Superman para ilustrarnos acerca de la facultad de Kal-El para desplazarse por los aires. ¿No teme a las alturas? Por favor, el tipo VUELA, ¿cómo coño va a tener miedo de estar en el mirador del Empire State?

Algo falló ahí. Nadie se dio cuenta... y ya es tarde para reparar el daño.

viernes, 7 de agosto de 2009

La Ley Ravell

Como si no los hubiéramos visto aplaudiendo –el regocijo de Pedro Lander en primer plano, la sonrisa complacida de José Albornoz-, los diputados ahora se hacen los locos con la Ley de Delitos Mediáticos y ya ni siquiera reconocen su presencia en el mundo material.


La fiscal transmutó en reina de la baraja y acudió al parlamento portando la inicial para el hacha afilada destinada a cortar cabezas: castigo para esto, castigo para aquello, prisión para usted, prisión para el otro. De normar nada, su propuesta iba directo a lo más duro: a aplicar medidas ejemplarizantes.


Y eso era lo que aplaudían estas damas y caballeros que hoy intentan hacernos creer que reflexionaron seriamente hasta llegar a la conclusión de que mejor no, mejor dejar en la gaveta la loquera esa de la señora fiscal. En realidad disfrutaron el momento. El Granma no miente, dicen algunos cubanos en joda, y el video tampoco: allí están, fascinados con la perspectiva de un futuro cómodo, libres de un personaje que le resulta tan molesto al comandante jefe como una uña encarnada, como una ampolla en el paladar.


Porque no hay que rasguñar mucho para encontrar que la verdadera “exposición de motivos” de una ley tan facha como esa en realidad perseguía un solo objetivo: echarle guante a Alberto Federico Ravell y quitarse de encima la ladilla de Globovisión.


En Ravell pensaban los diputados cuando aplaudían a la químicamente blonda fiscal que les decía que ahora sí, que había llegado el momento de darle garrote a los dueños y directores de medios, cosa que, sin ser jurisconsulto, destaca como intención primera de la ley que ahora no existió.


El poder es mucho, eso es cierto, pero la estrechez mental de los enrojecidos pseudorevolucionarios no les da para más. No hay que olvidar que esto ya lo hicieron: reformaron el Código Procesal Penal y cuanta cosa pudieron tan solo para evitarse gente en la calle protestando, para convertir en crimen el cacerolazo y para acabar con la posibilidad de otro paro nacional o de otro absurdo episodio guarimbero. Para eso fue y no para hacer más expedita y equilibrada la aplicación de la justicia, que semejante pendejada poco importa ante la grandeza del Estado y la tarea capital que es su preservación.


Dudoso entonces el honor que le hacen a Ravell: una ley para él solito y para todo aquel que intente seguir sus opositoras andanzas y extravagancias. He ahí la misión de los poderes en pleno: callarle la boca a Ravell. Para eso quedaron.

-oscar medina