viernes, 26 de septiembre de 2008

El Metro que se fue


Antes se podía. Ibas en el metro tranquilo, con aire acondicionado, evitando la cola, atravesabas la ciudad acompañado de un buen libro.

Sólo dejabas el asiento si aparecía una viejita, o una embarazada. Nunca si la chica estaba buena: mejor que siguiera de pie.

Rumbo a la universidad leías el capítulo que te faltaba del libro ese de sociología que pesaba tres kilos y aburría lo equivalente a su peso multiplicado por el número de páginas. O en días más relajados algo de literatura. Y hasta el periódico podías desplegar y compartir con el vecino de asiento.

Aquellos tiempos.

Ahora tienes suerte si logras subirte al vagón. Y más si el aire acondicionado funciona. ¿Alguna vez te ha tocado el vagón que no tiene aire a las 5 de la tarde?

No querrías estar ahí.

Y de libros ni hablar. Si levantas el codo se lo clavas a alguien en la cara. O en el esófago, si acaso lograste conseguir asiento. Y es trabajoso eso de leer con las páginas pegadas a la nariz, si es que insistes.

Anda a leer a tu casa: Caracas es otra. Ya éramos muchos y parieron todas las abuelas. O algo así.

No hay comentarios: