lunes, 13 de octubre de 2008

NatGeo es un enredo

National Geographic me está confundiendo.

Por un lado la revista manda a la insigne Alma Guillermoprieto, periodista mexicana, a que deje su casita en Estados Unidos y venga -como tantos- a documentar lo que está pasando en este lado del mundo. Y por el otro, el canal manda a Alvaro Vargas Llosa a que haga lo mismo.

Alma vino a Caracas, vio el Aló Presidente, se tomó un café con Teodoro y visitó un cerro. Y publicó en abril de 2006 un texto en el que no pudo ocultar su simpatía por ya saben quién. Ese no es el problema: es asunto de ella. Pero fue decepcionante que su visión de lo que aquí sucede se redujera a pintarnos como un país en el que los pobres pelean contra los ricos y ya.

También fue a Bolivia. Ahí llegó con su maletica llena de afectos por la lucha indigenista, cosa que también es asunto de ella. Pero en su texto de julio de 2008 también redujo la compleja realidad boliviana a lo que se ve por encima: el mundo indígena se rebela al blanco opresor. Evo es la esperanza.

Y anoche se apareció el otro Vargas Llosa con una visión, digamos, distinta. Alvaro encaró el asunto del indigenismo latinoamericano describiéndolo como un polvorín, como un reclamo genuino pero mal orientado y que terminará siendo una oportunidad perdida casi lo mismo que la reforma agraria mexicana: "que benefició más a los reformistas que a los indígenas".

Eso es lo único que recuerdo del programa, porque Alvaro me tenía desconcertado: ahí estaba -las cejas negrísimas, nariz más que aguileña, cutis impecable aún en el tierrero de un poblacho a las afueras del DF- con un peinado que te hace pensar que el regreso de José Luis Rodríguez es una conspiracion global, con esa cabellera que te distrae porque temes que en medio de la entrevista- digamos- con el colombiano Alvaro Uribe, don Alvaro (el peruano) con su cara muy seria, en cualquier momento va a sacar una caja de chiclets y se convertirá en "tu amigo el puma" y todo se irá al diablo.

Otra cosa resulta inquietante de ese programa: Alvaro visita cuatro países, al menos una docena de pueblos, conversa con presidentes y hasta con el tataranieto de Emiliano Zapata... y siempre, siempre, lleva puesta la misma ropa.

¿Qué artilugio maravilloso de la producción televisiva será ese? ¿Qué novedosa tecnología han usado para confeccionar esa camisa azul, ese pantalón, que se mantienen limpios y frescos entre Bogotá y Santa Cruz, entre Ciudad de México y Lima, entre Chuquisaca y Tamaulipas..?

National Geographic me está confundiendo. Ya lo dije. Y lo repito.

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